La guerra de Rusia en Ucrania ha contribuido al aumento de los precios de los alimentos, lo que ha impulsado la inflación internacional. Los países más pobres probablemente serán los que más la sufran, lo que incrementará el riesgo de inestabilidad social. Dada la gran presión a la que están sometidas las rentas y las finanzas públicas, los inversores en deuda de los países emergentes deben estar muy atentos.

Lea este artículo para comprender:

  • Los motivos por los que el incremento de los precios de los alimentos está causando graves problemas en las naciones más pobres
  • Las razones por las que los inversores deben estar atentos ante la amenaza de la inestabilidad social
  • La forma en la que los factores anteriores están entrelazados con la situación fiscal de los países emergentes

Los precios de los alimentos, que ya habían alcanzado su máximo en 10 años debido a una serie de malas cosechas a nivel mundial, se dispararon la pasada primavera debido a la guerra en Ucrania. El conflicto ha interrumpido el suministro procedente del que es el mayor exportador del mundo de aceite de girasol y uno de los principales productores de cereales como el maíz y el trigo.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha publicado recientemente que su índice de precios de los alimentos se situó en mayo en un promedio de 157,4 puntos. Esto supone un 22,9 % más que en mayo de 2021, lo que refleja un aumento de los precios de nada menos que un 73 % respecto a las cifras de hace dos años.1

Figura 1: Aumento de los precios de los alimentos (índice de precios de los alimentos de la FAO).
Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Datos a 30 de junio de 2022.2

En los países emergentes, el ritmo al que aumentan los precios de los alimentos varía considerablemente. En algunos países, no llega al 5 %. En particular, los precios comparativamente estables del arroz han contribuido a evitar que la inflación afectara a los alimentos en gran parte de Asia (al menos por ahora). La inflación también ha afectado en menor medida a los países con tipos de cambio fijos o excesivamente controlados, como Ecuador, Gabón y algunos estados de Oriente Medio.

En contraposición, la inflación de los alimentos se sitúa en un 25 % o más en Angola, Ghana, Colombia, Sri Lanka y Egipto.

El incremento de los precios de los alimentos es especialmente problemático en los países más pobres, en los que la comida representa un porcentaje mucho mayor de la cesta de la compra de cada hogar que en el promedio de los países más ricos. De hecho, suele ser el componente individual más importante de los índices de precios al consumo y llega a alcanzar el 25 % del gasto de los hogares.

Figura 2: Porcentaje del gasto en alimentos de los hogares.
Porcentaje del gasto en alimentos de los hogares.
Fuente: BNP Paribas, 18 de mayo de 2022.3

Empeoramiento de la relación real de intercambio

Aunque el aumento de los precios de los alimentos podría beneficiar en general a algunos países como Uruguay, que es uno de los principales exportadores de alimentos, no suele ser así. Según un análisis de Goldman Sachs, en lo que llevamos de año la relación real de intercambio (cociente que existe entre la fluctuación del precio de los alimentos de exportación y la fluctuación del precio de los alimentos de importación, ponderado según el porcentaje del PIB que representan las exportaciones y las importaciones, respectivamente) ha empeorado en lo que respecta al sector alimentario en el 80 % de los países emergentes.4 En otras palabras, el beneficio económico que supone el aumento del valor de las exportaciones de alimentos de dichos países se ve contrarrestado por el incremento del precio de las importaciones de alimentos.

El beneficio económico que supone el aumento del valor de las exportaciones de alimentos se ve contrarrestado por el incremento del precio de las importaciones.

Incluso en los pocos países que han experimentado una mejora de la relación real de intercambio en materia de alimentos, por mucho que beneficie a los productores y exportadores agrícolas, esta situación no necesariamente contribuye a proteger al consumidor del aumento de los precios internacionales de los alimentos. Brasil es un buen ejemplo de ello. Pese a que el sector agrícola brasileño podrá beneficiarse del aumento de los precios de la soja, quizás el Gobierno deba recurrir a subvenciones o subsidios. Argentina también se encuentra en una situación similar.

Figura 3: El incremento de los precios de los alimentos empobrece a la mayoría de los países.
El incremento de los precios de los alimentos empobrece a la mayoría de los países.
Fuente: Goldman Sachs. Datos a mayo de 2022.

Aumento de la inestabilidad social

La elevada inflación en el sector de la alimentación es un problema con todas las de la ley. No obstante, reviste de mayor gravedad aún si amenaza con espolear la inestabilidad social y las turbulencias políticas.

La inestabilidad social, que disminuyó considerablemente al inicio de la pandemia, ha ido en aumento durante los últimos meses en todo el mundo, tal y como se afirma en una publicación reciente del blog del Fondo Monetario Internacional.5 Aunque la población de muchas de las naciones más ricas se ha lanzado a las calles a protestar por el aumento del coste de la vida, el riesgo de inestabilidad social es especialmente alto en los países más pobres, en los que los niveles de malnutrición e inseguridad alimentaria ya eran relativamente altos.

Sri Lanka se vio afectada por una crisis económica y política desatada por el aumento de los precios de los alimentos y la energía.

A principios de año, Sri Lanka se vio afectada por una crisis económica y política desatada por el aumento de los precios de los alimentos y la energía, en parte debido a la guerra en Ucrania. Aunque Sri Lanka llevaba tiempo en riesgo de incurrir en el impago de su deuda, el aumento de la inestabilidad social fue lo que probablemente urgió al banco central a declarar un ‘impago preventivo’ en mayo.6

El impago siguió a la caída de la rupia que se había producido unas semanas antes y que dejó al país sin la cantidad necesaria de divisa extranjera para pagar las importaciones esenciales. Los apagones eléctricos y el máximo histórico alcanzado por la inflación, así como la escasez de alimentos, combustible y medicamentos, derivaron en protestas violentas (con resultados incluso mortales) que se propagaron por todo el país y se prolongaron durante semanas.

Nuestra evaluación de los riesgos de estabilidad social se basa en dos medidas. Con la primera pretendemos capturar los cambios en el nivel de vida y, con la segunda, los riesgos directos de que surjan protestas sociales. La combinación de ambos factores nos permite evaluar en qué áreas se están generando tensiones sociales.

Empezamos elaborando un índice propio con el que pretendemos clasificar los países según su nivel de ‘miseria’. Este índice se inspira ligeramente en el índice de miseria que Arthur Okun creó en 1970, que se calcula sumando el desempleo y la inflación para determinar de forma sencilla el nivel de prosperidad del ciudadano medio.

Nuestro índice incorpora a ese cálculo las fluctuaciones de la renta per cápita, que representaría la capacidad de la población para hacer frente a las dificultades económicas. Dicho de un modo más sencillo, los países que han experimentado un crecimiento más rápido de la renta per cápita deberían estar en una posición mejor para soportar unos niveles mayores de inflación y desempleo.

Nuestra evaluación de los riesgos de estabilidad social se basa en dos medidas: el nivel de vida y los riesgos de que surjan protestas sociales.

A continuación, creamos un índice que trata de representar de forma aproximada la propensión de los distintos países al aumento de la inestabilidad social, capturando las características sociales y de gobierno de cada nación.

Este índice se compone de seis factores. Con algunos de ellos, como la desigualdad patrimonial, los cambios en la renta per cápita y la tasa de actividad, intentamos capturar el nivel de vida. En lo que respecta a las cuestiones de gobierno, tenemos en cuenta los niveles de corrupción y de estabilidad política. Por último, incluimos el grado de libertad económica, un factor estrechamente vinculado al nivel de felicidad de la sociedad, según sugieren determinados estudios. Los resultados se muestran en la figura 4.

Figura 4: Riesgos sociales.
Nota: Los colores representan a los países clave de distintas regiones.
Fuente: Cálculos de Aviva Investors realizados con datos de Transparencia Internacional, la Fundación Heritage, el Banco Mundial y Credit Suisse. Datos a 30 de junio de 2022.

El objetivo de analizar en qué países existe un mayor riesgo de tensión social no es solo predecir protestas, sino crear un marco para identificar mejor aquellos aspectos en los que se puede abordar el aumento de las tensiones. Por ejemplo, algunos países pueden encontrarse bajo una presión por consolidar sus finanzas públicas. En otros casos, puede que sea difícil desde un punto de vista social (y, por tanto, político) recurrir al FMI en busca de apoyo. Por otra parte, cada vez es más necesario tener en cuenta la posibilidad de que las elecciones tengan resultados inesperados.

Aunque a muchos de los países más pobres les está costando impulsar sus economías tras la pandemia, los bancos centrales se están viendo obligados a subir los tipos de interés para combatir la inflación. El riesgo es que, en los países que se enfrentan a una tensión social cada vez mayor, recaerá sobre los Gobiernos la responsabilidad de intervenir con subsidios y prestaciones para que los más desfavorecidos puedan alimentarse.

Limitaciones fiscales

Dado que los déficits presupuestarios se han acentuado de forma generalizada durante la pandemia, no todos los países tendrán la capacidad de responder. E incluso si la tienen, los legisladores deberán tomar decisiones difíciles en relación con el gasto. Por ejemplo, para ofrecer ayudas alimentarias, puede que sea necesario recortar la inversión en infraestructura, lo que podría tener consecuencias adversas en el crecimiento económico.

La falta de margen fiscal por parte de los Gobiernos para sufragar los alimentos pone en peligro la estabilidad social.

Como hemos visto en el caso de Sri Lanka, la falta de margen fiscal por parte de los Gobiernos para sufragar los alimentos pone en peligro la estabilidad social. Cuando la guerra civil de Sri Lanka terminó en 2009, el país tuvo que recurrir a grandes préstamos para financiar infraestructuras que fomentaran el crecimiento. Sin embargo, algunas acciones políticas, como la bajada de impuestos de 2019, y la pérdida del turismo durante la pandemia provocaron que le fuera imposible refinanciarse en los mercados internacionales de capitales.

Según los datos de Citibank, la deuda a finales de 2021 ascendía a un total de 82.000 millones de dólares (lo que equivale al 106 % del PIB), de los cuales, se debían 51.000 millones a titulares de bonos y acreedores bilaterales internacionales, como China, Japón e India. Se prevé que la deuda aumente hasta un 140 % del PIB aproximadamente para finales de 2022.7

La figura 5 ilustra las previsiones de 2022 sobre el balance fiscal en relación con el riesgo de inestabilidad social de los distintos países, lo que permite formarse una idea más precisa de la capacidad que tiene cada uno para hacer frente a los retos sociales.

Figura 5: Equilibrio fiscal frente a vulnerabilidad alimentaria.
Fuente: Cálculos del FMI y Aviva Investors realizados con datos de Transparencia Internacional, la Fundación Heritage, el Banco Mundial y Credit Suisse. Datos a 30 de junio de 2022.

El peligro de que el aumento de los precios de los alimentos derive en inestabilidad social y en un riesgo mayor de impago de la deuda constituye un factor que adquiere cada vez más peso en los mercados, y es uno de los que más contribuye a las ventas de deuda de mercados emergentes. Es poco probable que Sri Lanka sea el último país abocado al impago. El FMI ha iniciado conversaciones con Egipto y Túnez, que son dos grandes importadores de trigo procedente de Rusia y Ucrania, y con Pakistán, que ha impuesto cortes de luz debido al alto coste de la importación de la energía. Turquía está lidiando con un 70 % de inflación y con un riesgo cada vez mayor de que se produzca una crisis de balanza de pagos.

Detección de posibles fracturas sociales

Creemos que, si se tienen en cuenta las vulnerabilidades de los países al tipo de tensiones que provocaron el impago de Sri Lanka, es posible identificar las áreas en las que pueden producirse otras fracturas sociales en el marco del universo de la deuda soberana de los países emergentes.

Hay varios países que destacan constantemente como naciones vulnerables al tipo de tensiones que provocaron el impago de Sri Lanka.

Hay varios países (por ejemplo, Angola, Nigeria, Ghana, Túnez, Marruecos, Egipto y Pakistán) que destacan constantemente como naciones en peligro, incluso cuando se valoran los riesgos desde distintos puntos de vista. Esto no significa que esos países vayan a declarar impagos en un futuro próximo, pero sugiere que se les debe prestar especial atención para tratar de identificar y evaluar los posibles aumentos de las tensiones sociales, así como la respuesta más probable de cada Gobierno.

Este análisis también nos permite detectar qué países y regiones pueden enfrentarse a dificultades en caso de que se presente el peor escenario posible. De hecho, aunque la inflación alimentaria se está conteniendo en Brasil, su limitado margen de actuación fiscal junto con los altos niveles de miseria y protestas sociales dejan al país especialmente expuesto al riesgo. El Salvador se encuentra en una situación parecida. La inflación ya de por sí alta en Turquía y Argentina, junto con los altos niveles de tensión social, también dejan a ambos países expuestos. En el caso de Turquía, las autoridades subvencionan los alimentos y el combustible, y han introducido controles de precios para amortiguar el efecto en la población.

En cuanto al grueso de las naciones asiáticas, de momento se benefician de un buen suministro de arroz, lo que ha limitado el aumento de los precios en comparación con otros países. Sin embargo, de persistir las tendencias recientes, existe una gran probabilidad de que la población empiece a sustituir el arroz por el trigo. Esto se traduciría en una presión alcista sobre los precios, en especial si ciertos países como Tailandia respondieran con restricciones a las exportaciones. Filipinas e India, cuyos índices de malnutrición y riesgo de inestabilidad social son altos, también podrían enfrentarse a dificultades.

El aumento de los precios de los alimentos puede ser la gota que colme el vaso del malestar generalizado y la inestabilidad política.

Como demostró la Primavera Árabe a principios de la década de 2010, el aumento de los precios de los alimentos puede ser la gota que colme el vaso del malestar generalizado y la inestabilidad política. Aunque las tensiones sociales subyacentes llevaban años fraguándose, la población solo tomó las calles cuando el precio del pan experimentó una subida imposible de asumir.

Dado el ritmo de incremento de los precios de los alimentos, los países emergentes parecen exponerse a un riesgo de inestabilidad social cada vez mayor. La preocupación adquiere mayor importancia en aquellos países cuyas finanzas públicas están al límite o tienen posibilidades de deteriorarse. Los inversores deben estar muy atentos al desarrollo de los acontecimientos.

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